Nací en una familia católica, desde que tengo uso de razón voy a misa. Hasta los 16 años era una católica más, un año después tome la decisión que daría un sentido completo a mi vida. Y no es que mi vida no tenía sentido, sino que algo faltaba. Entre al equipo de soldados… Del ejército se preguntaran ustedes. Pues no, al equipo de soldados de Cristo, en palabras más simples: me hice catequista.
No quiero ahondar mucho en ello. Pero… Esa etapa de mi vida fue muy difícil, sentía que el mundo se me venía encima por una tontería que no vale la pena recordar. Solo les puedo decir que para una chica de 17 años, que estaba más templada que cuerda de guitarra, era una tragedia. Sentía que me iba a morir.
Ese hecho tan triste me desanimaba a ser catequista, estaba tan vacía y sin ningún conocimiento de fe que transmitir a los chicos. Yo era la que necesitaba ayuda, le pedí mucho a mi Jesús, para que me diera fortaleza y valentía, para no desanimarme de la decisión que había tomado. Los días pasaron y llegó el día en que conocería a mis “chicos problemas” que luego pasaron a ser como mis hijos. Poco a poco los fui conociendo, eran 18, todos con dificultades distintas. Desde problemas de familias disfuncionales, intentos de suicidio, pandillas hasta temas de sexualidad que tuve que tratar. Cada uno de ellos con tantos problemas y yo que no podía ni con los míos, tuve que encargarme de ellos.
Casi, casi misión imposible, pero para Él todo es posible. Al escuchar tantos problemas, me di cuenta que mi problemilla de enamorado de colegio, era una estupidez. Ellos tenían verdaderos problemas y mi misión era ayudarlos a que tengan un encuentro con mi Jesús y a partir de ese momento sus vidas cambiarían.
Tengo el orgullo de decir que de los 18, se confirmaron 17, 14 van a misa los domingos, 5 participan de grupos parroquiales y una es catequista como yo. Les parecerá insignificante pero créanme que es un gran logro. La mayoría ingresa a la catequesis, se confirma y luego no se aparecen por la iglesia hasta cuando se casen, fácil y es tu caso.
Este es mi tercer año en la catequesis, ahora estoy con otra comunidad de adolescentes, he ganado experiencia y he aprendido que olvidándose uno mismo se encuentra. Los problemas de los demás hacen que encuentres la solución a tu problema y los dejes de lado. Yo encontré la solución en estos chicos, por que en cada uno hay un Cristo que necesita ayuda.